por Christopher Rosales Tognarelli
coolguysdontlookatexplosions.weebly.com
Autor CASTELLANOS MOYA, HORACIO
ISBN 8483103141
Año Edición 2005
Editorial TUSQUETS
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Autor CASTELLANOS MOYA, HORACIO
ISBN 8483103141
Año Edición 2005
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El periodista y escritor Horacio Castellanos Moya, nacido en Honduras en 1957, pero criado e identificado profundamente con El Salvador —el pulgarcito de América—, nos presenta Insensatez su séptima novela, que en casi 160 páginas de pura fluidez y velocidad muestra la conciencia del editor de un informe sobre crímenes a los derechos humanos a manos de militares —era que no— en contra de indígenas hondureños.
Yo no estoy completo de la mente, frase con la que comienza la séptima novela del salvadoreño Horacio Castellanos Moya, Insensatez, resulta sumamente decidora a la hora de analizar esta novela llena de humor, pero también de violencia. De hecho, funcionará como una especie de gusanillo que atacará nuestro cerebro y se nos irá repitiendo una y otra vez, en cada página y en cada día de nuestras minúsculas vidas.
Con humor político, el salvadoreño consigue atraparnos de cabo a rabo en una novela corta, que vuelve a dar en el clavo como antes lo hiciera con El Asco. La paranoia y la hipocondría mantienen la tensión del relato, entrecruzando frases altamente poéticas extraídas de los testimonios de los sobrevivientes a la masacre, como “Los cerdos lo están comiendo, están repasando sus huesos”. El miedo del protagonista —exagerado a todas luces— de trabajar en un proyecto que da a conocer textos que hablan del exterminio indígena, puesto que él mismo podría convertirse en víctima del gobierno y los militares, no puede sino hacer eco a nuestra propia relación con los pueblos originarios; es más, la de toda Latinoamérica.
La oralidad es otra virtud del relato, de hecho podríamos hablar de pura oralidad que repasa nuestros huesos como lo hicieran los cerdos luego del exterminio militar en las investigaciones del protagonista, con tantas verdades que el lenguaje sofisticado no logra contener en ningún caso. Asimismo, en una contradicción riquísima de la obra, es también ésta la que llena de humor el texto, un humor políticamente incorrecto, por supuesto, paranoico y esquizoide hasta el paroxismo que atrapa sin soltar capítulo tras capítulo, página tras página, palabra tras palabra.
En esta novela finalmente los huesos repasados serán los nuestros y la poesía que el transcriptor de los relatos de los indígenas encuentra en sus testimonios, hablará de lo peor de la humanidad y reiremos con cierta culpa de ello, y hasta con el mismo miedo hipocondríaco e insensato del narrador. En otras palabras es una novela que nos hace parte de su propia insensatez. O la devela.
Además, casi a modo de regalo, les dejo un dato: en el libro hay un secreto, una errata que no es tal, mínima, pero llena —como la narración misma— de sentido (y de sinsentido, por supuesto, de eso va todo). Es una pequeña mancha que a primera vista pasa desapercibida, pero si se le busca con cuidado y se la encuentra —para lo que será necesaria obsesión y manía— se abrirá un camino más en nuestra lectura, que nos prepara para cualquier cosa, que es lo que debiéramos hacer al leer a cualquier narración de este autor.
Novela formidable del “virtuoso del distanciamiento y del humor gélido”, histriónica, paranoica y dura a más no poder, no recomendable para los demasiado sensatos, en un mundo donde “todo está cagado” y la insensatez no puede ser si no una gran virtud, un artilugio de primerísima necesidad.
por Christopher Rosales Tognarelli
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Yo no estoy completo de la mente, frase con la que comienza la séptima novela del salvadoreño Horacio Castellanos Moya, Insensatez, resulta sumamente decidora a la hora de analizar esta novela llena de humor, pero también de violencia. De hecho, funcionará como una especie de gusanillo que atacará nuestro cerebro y se nos irá repitiendo una y otra vez, en cada página y en cada día de nuestras minúsculas vidas.
Con humor político, el salvadoreño consigue atraparnos de cabo a rabo en una novela corta, que vuelve a dar en el clavo como antes lo hiciera con El Asco. La paranoia y la hipocondría mantienen la tensión del relato, entrecruzando frases altamente poéticas extraídas de los testimonios de los sobrevivientes a la masacre, como “Los cerdos lo están comiendo, están repasando sus huesos”. El miedo del protagonista —exagerado a todas luces— de trabajar en un proyecto que da a conocer textos que hablan del exterminio indígena, puesto que él mismo podría convertirse en víctima del gobierno y los militares, no puede sino hacer eco a nuestra propia relación con los pueblos originarios; es más, la de toda Latinoamérica.
La oralidad es otra virtud del relato, de hecho podríamos hablar de pura oralidad que repasa nuestros huesos como lo hicieran los cerdos luego del exterminio militar en las investigaciones del protagonista, con tantas verdades que el lenguaje sofisticado no logra contener en ningún caso. Asimismo, en una contradicción riquísima de la obra, es también ésta la que llena de humor el texto, un humor políticamente incorrecto, por supuesto, paranoico y esquizoide hasta el paroxismo que atrapa sin soltar capítulo tras capítulo, página tras página, palabra tras palabra.
En esta novela finalmente los huesos repasados serán los nuestros y la poesía que el transcriptor de los relatos de los indígenas encuentra en sus testimonios, hablará de lo peor de la humanidad y reiremos con cierta culpa de ello, y hasta con el mismo miedo hipocondríaco e insensato del narrador. En otras palabras es una novela que nos hace parte de su propia insensatez. O la devela.
Además, casi a modo de regalo, les dejo un dato: en el libro hay un secreto, una errata que no es tal, mínima, pero llena —como la narración misma— de sentido (y de sinsentido, por supuesto, de eso va todo). Es una pequeña mancha que a primera vista pasa desapercibida, pero si se le busca con cuidado y se la encuentra —para lo que será necesaria obsesión y manía— se abrirá un camino más en nuestra lectura, que nos prepara para cualquier cosa, que es lo que debiéramos hacer al leer a cualquier narración de este autor.
Novela formidable del “virtuoso del distanciamiento y del humor gélido”, histriónica, paranoica y dura a más no poder, no recomendable para los demasiado sensatos, en un mundo donde “todo está cagado” y la insensatez no puede ser si no una gran virtud, un artilugio de primerísima necesidad.
por Christopher Rosales Tognarelli
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