Por Christopher Rosales Tognarelli
Facsímil de Alejandro Zambra
Editado por Hueders
Santiago, diciembre de 2014
107 pp.
Valor $8500
(Si dice que lo vio acá, llévelo por $7650)
Fácismil, el nuevo libro del reconocido escritor chileno Alejandro Zambra (Santiago, 1975), es lejos la obra más experimental del autor. Por lo mismo, el riesgo asumido es mayúsculo, ya que lo presentado no se trata de una novela en sí misma, ni tampoco un corpus de cuentos ni de poemas, nada, siquiera hay una historia fácilmente inteligible; el texto es lo que dice ser: un facsímil acorde a los estándares de la fenecida Prueba de aptitud Académica. Si hasta incluye las hojas de respuesta, la que por cierto respondí a cabalidad.
Como lector, considero que las novelas con evidentes rasgos experimentales corren un riesgo que solo tiene dos posibilidades: el fracaso o el éxito. No hay términos medios. Y por lo general me encuentro con obras que topan en la pretensión ―la excesiva evidencia de la obra como objeto artístico―, un neovanguardismo injustificado (a veces penoso), textos, en definitiva shuper o derechamente hipsters. Felizmente no es el caso.
Facsímil consta de cinco partes, que corresponden a las cinco partes de la PAA, es decir, la sección de términos excluidos, el plan de redacción, el uso de ilativos, la eliminación de oraciones y la de comprensión de lectura. (Supongo, puesto que yo di la PSU, no obstante ¿por qué habríamos de desconfiar en el autor?). Todas incluyen una cantidad de preguntas con alternativas y desde ellas se construyen narraciones, esbozos de historias, retazos de memoria que en sí mismo podrían ser una novela o un montón de cuentos o poemas. Puede ser complicado imaginarlo, por lo que daré un par de ejemplos, que el libro hable por sí solo:
El primero es de la sección de eliminación de oraciones:
“55.
(1) Durante años nadie vino a visitar mi tumba.
(2) Tampoco esperaba a nadie, a decir verdad.
(3) Pero hoy vino una mujer a dejarme flores.
(4) Cuatro rosas rojas, dos rosadas y una blanca.
(5) No sé quién es, no recuerdo haberla conocido.
(6) No creo que sepa que fui una mierda de persona.
A) Ninguna
B) 2
C) 4
D) 5
E) 6 ”
El segundo de la sección correspondiente al plan de redacción:
“28. Tu casa.
(1) Es de un banco, pero prefieres pensar que es tuya.
(2) Si todo sale bien, terminarás de pagarla el año 2033.
(3) Vives aquí hace once años. Primero con una familia, después con unos fantasmas que también se fueron.
(4) El barrio no te gusta, no hay plazas cerca, el aire es sucio.
(5) Pero amas esta casa, nunca vas a abandonarla.
A) 2 - 3 - 4 - 5 - 1
B) 3 - 4 - 5 - 1 - 2
C) 4 - 5 - 1 - 2 - 3
D) 1 - 2 - 3 - 4 - 5"
¿Bacán, no? Como se puede apreciar en los ejemplos, Facsímil nos hace parte de ese juego, nos involucra y eso es loable en toda obra que innova en cuanto a forma, donde habitualmente sucede exactamente lo contrario y el hermetismo hiperartísitco termina por comerse el carácter humano de la misma. Digo esto último porque es quizá una de las cosas que más me han gustado de Facsímil, sus personajes (o esbozos o fantasmas que dibujan cada pregunta del cuestionario) están llenos de humanidad: tienen carne; no son escritores con preocupaciones propias de un mundo ajeno al real; no son poetas bohemios buscando un lugar en el mundo o, lo que es peor, justificando su no-lugar en el mundo; son, por el contrario, personajes del mundo y en el mundo, llenos de cuestionamientos, aceptaciones y renuncias vulgares propias de sus vidas también vulgares (las de los personajes secundarios, como narrara Zambra en una de sus novelas), todo dentro de una prueba o examen, probablemente el objeto que menos vida tiene sobre la faz de la Tierra.
Alejandro Zambra ha sabido crear una poética propia y en esta obra se puede apreciar en todo su esplendor: la belleza de un lenguaje llano y amable, con rasgos de oralidad bien marcados, sin por eso perder una la cuota lírica; un juego cariñoso con el lenguaje y que es a la vez resistivo.
En esto último me quiero detener un momento. El entremezclamiento del lenguaje inerte propio de las pruebas o exámenes, con la oralidad, las experiencias humanas y sobre todo el sufrimiento humano, son el primer punto de resistencia que propone la obra. Es un guiño sutil, pero poderoso, que se acentúa en las historias narradas, los esbozos de novelas que se articulan desde las preguntas y de las que nos hacemos parte al imaginar las respuestas que nosotros escogeríamos en cada caso, como si fuéramos nosotros mismos quienes escribiéramos las preguntas de nuestras vidas, y las respondiéramos con el nerviosismo y la incertidumbre perenne de quien rinde un examen para ingresar a la universidad.
Asimismo, el carácter resistivo ya no solo a nivel de lenguaje sino también político y social, es posible verlo en los numerosos pasajes alusivos a la dictadura, ya no en un tono casual como sucediera en Formas de volver a casa ―novela genial, sin duda―, sino de manera mucho más explícita, esta vez con violencia, porque, como es sabido, la violencia siempre ha sido la partera de la historia. Por ejemplo este pasaje parte de la sección de eliminación de oraciones, donde aparece la voz de Manuel Contreras hijo: “Debo decir que mi padre es inocente. Debo decirlo. Tengo que decirlo. Estoy obligado a decirlo. Mi padre me va a matar si no digo que es inocente. Los hijos de asesinos no podemos matar al padre”.
Pasajes como estos encontramos alrededor de todo el libro, en cada sección del cuestionario. Como dije antes, estos pasajes construirán fragmentos de historias que perfectamente podrían ser cada una, una novela, y en todas estaremos invitados a completar esa información escogiendo la respuesta que estimemos más correcta, aunque claro, para evitar el descuento de puntos, bien podemos omitir.
Y bueno, que más, recomendar ciento por ciento este libro de Zambra, que más que un libro corriente, resulta ser un gran examen a nuestras sugestiones y frustraciones diarias; desde la prueba de la puerta en Historias del Bronx, el examen que más me ha hablado sobre la vida, sobre lo que realmente sabemos y, por supuesto, lo que ignoramos.
Por C hristopher Rosales Tognarelli
Como lector, considero que las novelas con evidentes rasgos experimentales corren un riesgo que solo tiene dos posibilidades: el fracaso o el éxito. No hay términos medios. Y por lo general me encuentro con obras que topan en la pretensión ―la excesiva evidencia de la obra como objeto artístico―, un neovanguardismo injustificado (a veces penoso), textos, en definitiva shuper o derechamente hipsters. Felizmente no es el caso.
Facsímil consta de cinco partes, que corresponden a las cinco partes de la PAA, es decir, la sección de términos excluidos, el plan de redacción, el uso de ilativos, la eliminación de oraciones y la de comprensión de lectura. (Supongo, puesto que yo di la PSU, no obstante ¿por qué habríamos de desconfiar en el autor?). Todas incluyen una cantidad de preguntas con alternativas y desde ellas se construyen narraciones, esbozos de historias, retazos de memoria que en sí mismo podrían ser una novela o un montón de cuentos o poemas. Puede ser complicado imaginarlo, por lo que daré un par de ejemplos, que el libro hable por sí solo:
El primero es de la sección de eliminación de oraciones:
“55.
(1) Durante años nadie vino a visitar mi tumba.
(2) Tampoco esperaba a nadie, a decir verdad.
(3) Pero hoy vino una mujer a dejarme flores.
(4) Cuatro rosas rojas, dos rosadas y una blanca.
(5) No sé quién es, no recuerdo haberla conocido.
(6) No creo que sepa que fui una mierda de persona.
A) Ninguna
B) 2
C) 4
D) 5
E) 6 ”
El segundo de la sección correspondiente al plan de redacción:
“28. Tu casa.
(1) Es de un banco, pero prefieres pensar que es tuya.
(2) Si todo sale bien, terminarás de pagarla el año 2033.
(3) Vives aquí hace once años. Primero con una familia, después con unos fantasmas que también se fueron.
(4) El barrio no te gusta, no hay plazas cerca, el aire es sucio.
(5) Pero amas esta casa, nunca vas a abandonarla.
A) 2 - 3 - 4 - 5 - 1
B) 3 - 4 - 5 - 1 - 2
C) 4 - 5 - 1 - 2 - 3
D) 1 - 2 - 3 - 4 - 5"
¿Bacán, no? Como se puede apreciar en los ejemplos, Facsímil nos hace parte de ese juego, nos involucra y eso es loable en toda obra que innova en cuanto a forma, donde habitualmente sucede exactamente lo contrario y el hermetismo hiperartísitco termina por comerse el carácter humano de la misma. Digo esto último porque es quizá una de las cosas que más me han gustado de Facsímil, sus personajes (o esbozos o fantasmas que dibujan cada pregunta del cuestionario) están llenos de humanidad: tienen carne; no son escritores con preocupaciones propias de un mundo ajeno al real; no son poetas bohemios buscando un lugar en el mundo o, lo que es peor, justificando su no-lugar en el mundo; son, por el contrario, personajes del mundo y en el mundo, llenos de cuestionamientos, aceptaciones y renuncias vulgares propias de sus vidas también vulgares (las de los personajes secundarios, como narrara Zambra en una de sus novelas), todo dentro de una prueba o examen, probablemente el objeto que menos vida tiene sobre la faz de la Tierra.
Alejandro Zambra ha sabido crear una poética propia y en esta obra se puede apreciar en todo su esplendor: la belleza de un lenguaje llano y amable, con rasgos de oralidad bien marcados, sin por eso perder una la cuota lírica; un juego cariñoso con el lenguaje y que es a la vez resistivo.
En esto último me quiero detener un momento. El entremezclamiento del lenguaje inerte propio de las pruebas o exámenes, con la oralidad, las experiencias humanas y sobre todo el sufrimiento humano, son el primer punto de resistencia que propone la obra. Es un guiño sutil, pero poderoso, que se acentúa en las historias narradas, los esbozos de novelas que se articulan desde las preguntas y de las que nos hacemos parte al imaginar las respuestas que nosotros escogeríamos en cada caso, como si fuéramos nosotros mismos quienes escribiéramos las preguntas de nuestras vidas, y las respondiéramos con el nerviosismo y la incertidumbre perenne de quien rinde un examen para ingresar a la universidad.
Asimismo, el carácter resistivo ya no solo a nivel de lenguaje sino también político y social, es posible verlo en los numerosos pasajes alusivos a la dictadura, ya no en un tono casual como sucediera en Formas de volver a casa ―novela genial, sin duda―, sino de manera mucho más explícita, esta vez con violencia, porque, como es sabido, la violencia siempre ha sido la partera de la historia. Por ejemplo este pasaje parte de la sección de eliminación de oraciones, donde aparece la voz de Manuel Contreras hijo: “Debo decir que mi padre es inocente. Debo decirlo. Tengo que decirlo. Estoy obligado a decirlo. Mi padre me va a matar si no digo que es inocente. Los hijos de asesinos no podemos matar al padre”.
Pasajes como estos encontramos alrededor de todo el libro, en cada sección del cuestionario. Como dije antes, estos pasajes construirán fragmentos de historias que perfectamente podrían ser cada una, una novela, y en todas estaremos invitados a completar esa información escogiendo la respuesta que estimemos más correcta, aunque claro, para evitar el descuento de puntos, bien podemos omitir.
Y bueno, que más, recomendar ciento por ciento este libro de Zambra, que más que un libro corriente, resulta ser un gran examen a nuestras sugestiones y frustraciones diarias; desde la prueba de la puerta en Historias del Bronx, el examen que más me ha hablado sobre la vida, sobre lo que realmente sabemos y, por supuesto, lo que ignoramos.
Por C hristopher Rosales Tognarelli