"La bodega era estrecha, irrespirable. Me tocó en cuanto entramos. Yo hice lo mismo aunque no sabía cómo -ustedes tampoco: tendrán a su disposición cuerpos simples, parecidos al propio; nunca el de una vaca que los triplique-. La boca me sabía a azúcar. Ella testificará.
Cuando comencé a reír preguntó si estaba borracho. Hablaba todo el tiempo, hasta que uno lograra hacerla mugir. Y costaba. Meterse en ella era como sumergir los pies en sopa. Escuché esa frase después pero la comprendí enseguida. Ustedes, desde luego, no entenderán nada"
En el cuento "Agua corriente". La señora Rojo de Antonio Ortuño
(otros fragmentos geniales ACÁ)
Cuando comencé a reír preguntó si estaba borracho. Hablaba todo el tiempo, hasta que uno lograra hacerla mugir. Y costaba. Meterse en ella era como sumergir los pies en sopa. Escuché esa frase después pero la comprendí enseguida. Ustedes, desde luego, no entenderán nada"
En el cuento "Agua corriente". La señora Rojo de Antonio Ortuño
(otros fragmentos geniales ACÁ)